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BERLÍN. LA INSOPORTABLE CARGA DEL PASADO

INTRODUCCIÓN 

Anhalter Straße, a medio camino entre el Berlín Story Bunker y Checkpoint Charlie, fue la dirección de mi primer hotel en Berlín.

Iba a ser un corto viaje cultural de poco más de un fin de semana y, para el poco tiempo disponible, había planeado visitar alguno de los lugares que hacen de Berlín la Capital Europea de la Cultura, como su moderna arquitectura, su arte urbano, sus museos, la famosa East Side Gallery -testigo de la época de la RDA- o el reconstruido Reichstag, cuyo incendio en febrero de 1933 propició el definitivo golpe de mano de Hitler en su ascenso al poder.

Desde mi habitación en Anhalter Straße, en el límite norte del barrio de Kreuzberg, cada mañana podía ver una reconfortante zona arbolada que resultó ser la ubicación de uno de los centros neurálgicos del régimen nazi: la sede de la Gestapo y la jefatura de las temidas SS. Allí mismo se encuentra en la actualidad el memorial “Topographie des Terrors”.

Centro de Documentación sobre el Trabajo Forzado Nazi, Monumento a los judíos asesinados en Europa, Memorial del muro de Berlín, Memorial Cruces Blancas a orillas del Spree, Museo de la Stasi, Campo de Concentración de Sachsenhausen a escasos km de la capital y una interminable lista hacen de Berlín hoy en día un inmenso memorial en el que, a cada paso, en cada esquina, queda patente el enorme esfuerzo que la sociedad alemana ha llevado a cabo para no olvidar su atroz pasado. Un esfuerzo - no exento, sin embargo, de sombras como la controvertida Ley Dreher de finales de 1968 - sin parangón en ningún otro país del mundo, sólo comparable al inconmensurable dolor provocado en millones de personas por el ascenso del nazismo al poder.

Ignoro qué efecto producen hoy en día estos memoriales en los miles de personas, alemanas o no, que los visitan, pero mucho me temo que las palabras del judeo-alemán Berthold Auerbach son aquí realmente pertinentes. Berthod dijo: "La novedad atrae la atención y aún el respeto, pero la costumbre lo hace desaparecer pronto; apenas nos dignaríamos a mirar el arco iris si éste permaneciese por mucho tiempo en el horizonte.”

EL PROYECTO

Lo que iba a ser una estancia de unos días se convirtió en una de varias semanas casi literalmente entre memoriales.

Asomarse a los memoriales de Berlín no es sólo asomarse al terror nazi, no es sólo asomarse a un oscuro pasado del que todos nosotros hemos sufrido sus consecuencias - ¿hubiera sido nuestro mundo igual sin el Tercer Reich? -; es enfrentarse a la esencia del ser humano.

Comprobar que el infierno puede estar aquí en la tierra y que el demonio somos nosotros mismos es difícil de digerir; tanto como abandonar el ancestral mito de que somos, parafraseando a J.L. Arsuaga, la especie elegida; tanto como vernos tal y como hemos demostrado ser a lo largo de nuestra historia: un inteligente, contradictorio y cruel simio vestido, capaz de crear ideologías, capaz de seguirlas hasta sus últimas consecuencias, capaz de tocar el violín, capaz de encuadernar libros con piel humana, y hacerlo todo ello con la misma pasión o determinación.

Asomarse a los memoriales de Berlín fue una experiencia impactante; en pocos días las imágenes del moderno Berlín actual comenzaron a difuminarse y mis sueños se convirtieron en pesadillas en las que las imágenes del horror, de víctimas y de verdugos, aparecían en una especie de baile de etéreos fantasmas susurrándome lo que una vez fueron y lo que yo mismo, todos nosotros, podríamos volver a ser.

Me gustaría creer que todo el enorme esfuerzo material, pedagógico y emocional llevado a cabo por la sociedad alemana ha dado y seguirá dando sus frutos; me gustaría creer que, como especie, somos capaces de evitar los errores del pasado, pero a la vista del auge de la extrema derecha en toda Europa y del desprecio a los derechos humanos a lo largo de todo el planeta, parece más que razonable albergar dudas al respecto.

Hemos vivido demasiados años con la firme convicción de que tanto horror había sido una lección duradera y de que cosas así nunca volverían a ocurrir, pero nuestra propia historia no parece sostener esa convicción.

Como predijo Auerbach, con el tiempo las pesadillas desaparecieron, los fantasmas se esfumaron y todo volvió a la normalidad, esa normalidad que tanto deseamos y que tan eficientemente se alinea con la indolencia.

En este proyecto fotográfico, no trato tanto de documentar como de fotografiar hacia mi interior, tampoco puedo pretender que sea un homenaje a las víctimas de tanto horror - sin riesgo de ser infinitamente insuficiente -, es simplemente medicina contra el olvido.

Aparte de esto último, sólo se me ocurre una razón más para sacar el proyecto a la luz. Una razón que magistralmente puso en palabras el superviviente del Holocausto Primo Levi: “Ocurrió, por lo tanto, puede volver a ocurrir…. Puede ocurrir y puede ocurrir en cualquier lugar”

© Rpnunyez  2024.

 

Nota:

Las imágenes utilizadas en este proyecto o bien son propiedad del autor o se encuentran en exposición pública en el Memorial a los judíos asesinados de Europa, Centro de documentación de los trabajos forzados en el Régimen Nazi y Memorial Topografía del Terror.   

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